martes, 26 de enero de 2016

Ushuaia a pie de calle


Después de casi un mes aquí, me voy sin tener decidido si Ushuaia me gusta o no. Si hubiera llegado en barco, la primera impresión habría sido buena, pues los paisajes que la rodean son espectaculares y la vista de la ciudad desde el puerto también es atractiva. Situada en una ladera orientada al sur, con las casas de colores en contraste con las montañas nevadas situadas justo detrás y rodeada de bosques. Ideal.

Vista de Ushuahia y el Canal Beagle desde el avión.

El caso es que llegué en avión. Y sí, los paisajes desde el aire, más espectaculares aún que desde el mar, y el aeropuerto moderno y acogedor, todo construido en madera vista como si fuese una gran cabaña en el bosque. Pero nada más salir las cosas ya cambian, lo primero que se nota es el viento, frío y seco. En estos veintitantos días hemos tenido de todo, días de sol espléndido y días en los que ha nevado. Incluso ha habido de todo en el mismo día. Dicen por aquí que es habitual tener las cuatro estaciones del año en un mismo día. Esto debe ser normal en estas latitudes, tanto en el norte como en el sur, porque lo mismo he oído respecto a Escocia, por ejemplo. Pero lo que ha predominado sobre todo el resto, han sido los días de viento, fuerte, racheado y cambiante aunque casi siempre del oeste. También es verdad que se nota mucho más en el puerto que por las calles de la ciudad. Ahora es verano, ya no quiero ni pensar lo duro que tiene que ser aquí el invierno.

Continuando con esa primera impresión, en los escasos diez minutos que duró el traslado desde el aeropuerto hasta el barco, pude ver una ciudad bastante abandonada, o mejor dicho, llena de contrastes. Ibamos por una carretera con el asfalto muy deteriorado, pasando por una zona con alguna nave industrial y viviendas bastante destartaladas y de pronto llegamos a una zona de chalets unifamiliares, todos con su parcela y un parque muy cuidado. 

Bonito parque y chalets de madera a la entrada de la ciudad.

En la misma entrada de la ciudad, si miramos a la izquierda vemos el casino, un edificio grande y moderno y en el mismo punto, mirando a la derecha, en pleno paseo marítimo, el Saint Christopher, un viejo remolcador inglés de tiempos de la Segunda Guerra Mundial, con estructura de acero pero forro de madera, que hace sesenta años que se fue contra las piedras y allí se quedó. Una pena que no se le recupere pues el paso del tiempo está acabando poco a poco con él. No es el único, se ven otros barcos más modernos abandonados en la costa. 

Remolcador Saint Christopher

Destaca también una carretera de tierra que atraviesa la bahía por encima de un relleno artificial. Todo un desmán ecológico y estético. Más tarde me enteré que fue hecho con el único fín de que los coches no pasen por medio de la zona de chalets de madera. Es la “Misión Alta”, barrio fundacional de la ciudad en 1884. La parte de la bahía que ahora solo está comunicada con el mar a través de unas tuberías, se llama Bahía Encerrada y debido, a la desembocadura en ella de un río que arrastra todos los desperdicios de buena parte de la ciudad y a la poca renovación del agua, se ha convertido en un auténtico foco de contaminación. Aún así, en ella se pueden ver bastantes aves acuáticas que acuden atraídas por la tranquilidad de las aguas y la disponibilidad de alimento fácil.

Barrio de la Misión Alta y a la derecha del relleno Bahía Encerrada.

La ciudad no es grande, tiene unos 60.000 habitantes, y además está dividida como en varios núcleos. Este es un punto a favor. Me gustan los puertos pequeños, donde se puede salir del barco caminando tranquilamente y poder verlo todo en una tarde. Las viviendas son de todo tipo, hay bloques que bien podría parecer que estamos en una ciudad de Europa del este, al lado de casas super cuidadas, algunas de madera, y al lado mismo aunténticos desastres, no solo arquitectónicos, que también, sino por como las tienen sus propios habitantes, sin ningún gusto por la estética ni el orden. Esto en el centro.



Vistas de la ciudad

Mirando a las afueras, destaca un gran zarpazo hecho al bosque para construir viviendas, o mejor dicho, chabolas. Son lo que aquí llaman asentamientos de usurpadores. La ciudad ha crecido mucho en los últimos años. En los años ochenta andaba por los 12.000 habitantes, en el 2000 eran 45.000 y ahora pasan de 60.000. Este crecimiento, debido a la llegada de inmigrantes, tanto desde el propio país, como de otros países sudamericanos, ha creado núcleos de pobreza que no tienen otro remedio que procurarse una vivienda en terrenos no autorizados, de ahí el nombre de usurpadores. Los inmigrantes acuden aquí atraídos por la alta demanda que hay de trabajadores para el sector del turismo y para los polígonos industriales dedicados al ensamblaje de electrodomésticos y maquinaria, nacidos a raíz de la ley de promoción industrial que establece una serie de atractivos económicos para las empresas que se instalen aquí (una especie de zona franca o algo así). Al problema de la falta de posibilidades económicas para el acceso a la vivienda se une el que la mayoría del terreno “bueno” está declarado como de uso militar. Aún con todo, Ushuaia es la ciudad con mayor renta por habitante del país.

Asentamiento de "usurpadores".


Desde el mismo puerto ya se adivina la importancia del turismo como motor económico de la ciudad. Los cruceros antárticos tienen que hacer cola para acceder al muelle para dejar y recoger a nuevos pasajeros. También son habituales las escalas de los cruceros clásicos. Hace unos días estuvo en el puerto un crucero peculiar, The World. Aparentemente es un buque de crucero normal, ni siquiera es el más grande, ni el de diseño más llamativo, pero tiene una particularidad que lo hace único y es que los pasajeros son dueños de sus camarotes. Es decir, es como quien tiene un apartamento, pero este apartamento se mueve por el mundo. Y los dueños embarcan y desembarcan cuando quieren. Lo que ya no sé es cuánto costará uno de estos camarotes. Seguramente mucho. El puerto es muy pequeño para el tráfico que tiene y en él coinciden los barcos de pasaje y los de contenedores. Los segundos siempre tienen que estar cediendo el sitio a los primeros, por lo que las cargas y descargas se hacen eternas. Entre eso, el viento que para las operaciones cada poco y alguna avería inoportuna llevamos veinte días esperando por nuestra carga.
El único muelle de Ushuaia se queda pequeño. Aquí lo vemos repleto; con cruceros antárticos, crucero The World y un oceanográfico ruso.


Portacontenedores Taba Bay, que trajo nuestro material y tardó quince días en descargarlo.


En las mismas calles del centro también está todo enfocado al turismo. Todo son establecimientos de venta de souvenirs, otros que ofrecen servicios de transportes y guía para rutas turísticas, tanto en tierra como salidas a hacer navegaciones cortas por el Beagle, para ver pingüinos principalmente, y muchísimas tiendas de ropa y material de montaña. Cafeterías, restaurantes y hoteles también hay buena cantidad. No es el caso de establecimientos tipo cervecerías y locales de copas. De estos apenas hay cuatro o cinco. Me llamó la atención  que bastantes de estos locales tienen una decoración muy inglesa, pese a que por toda la ciudad hay referencias constantes a la ocupación de las Islas Malvinas por los ingleses. Por ejemplo, en la misma entrada del puerto, un cartel bien grande, imposible no verlo, pone textualmente “Prohibido el amarre de los buques piratas ingleses, Ley Gaucho Rivero nº 852/2011” y en la misma oficina de turismo se reparten unos folletos, que en inglés, explican el conflicto de las Malvinas desde el punto de vista argentino. 
Pub Dublín, uno de los más populares de la ciudad.


Carteles a la entrada del puerto.




También resulta curioso como, en los locales que no son estrictamente restaurantes, también se sirve comida y además a cualquier hora. Es habitual, por ejemplo a la una de la madrugada, gente tomando copas y bailando y justo al lado una mesa con gente cenando. Lo que más se bebe es cerveza, principalmente las marcas locales Quilmes y Beagle; aunque también hemos localizado un sitio donde tienen Estrella Galicia.
Estrella Galicia sobre la barra del Viagro.


Los precios, caros, muy caros. El peso argentino se está cambiando aproximadamente a quince por cada euro. La cerveza de tercio lo mínimo que he visto son 50 pesos y lo habitual 70. La ropa y el calzado de montaña, más caro que en España. Tenía pensado comprar algo ya que además hay mucha variedad para escoger pero me temo que no lo haré. Una habitación doble en un hostal 1300 pesos por noche. Además a esto se une que los cajeros cobran unas comisiones exageradas. Por sacar 300 pesos me cobraron 79 de comisión. También es habitual que los fines de semana los cajeros automáticos de toda la ciudad se queden sin dinero. Recuerdo en otra estancia en Argentina en 2003 que el cambio era a tres pesos por cada euro y los precios desde luego que eran otros. También es verdad que no era en Ushuaia, que seguramente el tema precios altos se debe al turismo “de nivel” porque los cruceros y los vuelos seguramente no son precisamente baratos y al aislamiento y los altos costes de transporte que trae consigo.
La gente en general me parece bastante amable y conversadora. Eso sí, en los bares un poco lentos en el servicio. Y por la calle la sensación de seguridad es total, nada que ver con lo que se dice de otros sitios de Sudamérica en cuanto a robos y violencia.

Y eso es todo y creo que así me quedaré pues según Radio Mamparo hay cambio de planes y  el siguiente viaje no vamos a volver aquí. Ya veremos. De momento hoy a las 22:00 soltaremos amarras, destino BAE Juan Carlos I en la Isla Livingston (Antartida), pasando el Canal Beagle, Cabo de Hornos y el Paso de Drake....casi ná!!!

Monte Olivia, a unos pocos kilómetros al este de Ushuaia. Su visión al atardecer en días despejados es espectacular.

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