domingo, 10 de julio de 2016

10 de julio de 2000

El 10 de julio del año 2000,  salí temprano de casa, tomé dos aviones y un taxi y a primera hora de la tarde llegaba a la terminal petrolífera de Donges, en la desembocadura del río Loira, en la costa atlántica francesa. Allí estaba atracado el "B/T Inigo Tapias". Era mi primer embarque. De ello hace por tanto hoy 16 años.
Al estar atracado en la orilla de un río y al borde de la carretera, en una zona muy llana y con muy pocas edificaciones, el barco impresionaba. Ya lo vimos desde el taxi, a varios kilómetros de distancia.

A pie de escala aún más, pues estaba casi completamente descargado y había que mirar bien hacia arriba para ver la cubierta y mucho más arriba el puente. Y delante, a lo largo de todo el costado pintado de negro, unas enormes letras blancas “NAVIERA F.TAPIAS”. Desde entonces siempre me han gustado los barcos que llevan el nombre de la compañía pintado en el costado.

"B/T Inigo Tapias" ya en lastre después de descargar en la monoboya de Huelva, a primeros de agosto de 2000. La foto está hecha desde la "Otani", mítica embarcación del provisionista de Huelva que aprovechábamos para bajar a tierra tras casi dos horas de trayecto por la ría.


El "B/T Inigo Tapias" era un buque petrolero monocasco, tipo Suezmax, es decir, del tamaño máximo posible para poder pasar por el Canal de Suez. Sus dimensiones eran 274 metros de eslora, con 43 de manga y 23 de puntal y un calado máximo de 16 metros. Con 76.992 toneladas de registro bruto y una capacidad de carga de 146.270 toneladas de peso muerto, es decir, en cada viaje podría transportar aproximadamente un millón de barriles de crudo. Tenía un motor Sulzer 6RTA72, diésel de dos tiempos, con cruceta y válvulas de escape de accionamiento hidráulico, con seis cilindros en línea de 72 centímetros de diámetro cada uno y una potencia máxima de 14085 CV que movía el buque a casi 15 nudos, consumiendo casi 40 toneladas diarias de fueloil.


Vista de una parte de la sala de máquinas, en primer plano el tecle de culatas del motor principal (Sulzer 6RTA72) y al fondo las calderas.




 
             Vistas del generador eléctrico nº 2 y de la consola del control de carga.

Fue construido en 1989 en el astillero Mitshubishi en Nagasaki (Japón), con el nombre de “Wilomi Tana” y pabellón liberiano aunque pocos meses después fue rebautizado como “Argo Artemis” y pasó a enarbolar pabellón sueco. En 1992 fue adquirido por Naviera F. Tapias, que lo inscribió registro canario con el nombre de "Juana Tapias". Posteriormente, en 1998, tras la separación del matrimonio Tapias, se sustituyó el nombre de la ex esposa del propietario, por el de un hijo, Iñigo, aunque por razones de utilización de la “ñ” en el alfabeto internacional, el nombre se quedó en “Inigo Tapias”.
Si la apariencia del buque desde fuera ya era impresionante, desde dentro aún más. Subí a bordo como puede, tirando por las maletas (llevé dos en ese primer embarque….el desconocimiento de lo que me iba a encontrar era total!!) y nada más pisar la cubierta ya tuve la primera metedura de pata de las muchas que se tienen cuando uno llega a un mundo totalmente desconocido. Lo que pasó fue que, nada más llegar arriba, tanto Naiara, una chica que iba a embarcar por primera vez como alumna de máquinas, como yo nos pusimos a hacer fotos (con una cámara de las de carrete, aún no se estilaban las digitales ni mucho menos los móviles con cámara), hasta que desde el alerón, Fernando, alumno de puente, ya veterano, nos empezó a gritar que que hacíamos, que si estábamos locos o qué, que aquello era un petrolero y no se podía andar con ningún aparato eléctrico en cubierta por el riesgo de explosión que entrañaba. L….fue la primera toma de contacto con realmente donde estábamos.


Vista de la cubierta, con el buque fondeado  en Santa Cruz de Tenerife para tomar combustible y provisiones. Fue el primer puerto al que arribé como marino, el 14 de julio de 2000.



Después de dejar las maletas en el camarote tocó ir a presentarse al capitán, un asturiano, de Tineo, D. Miguel González. Recuerdo que al entrar en su despacho lo encontramos viendo a Javier Otxoa ganar la etapa de Hautacan en el Tour de Francia. En los Pirineos diluviaba, allí el sol calentaba lucía con ganas. Creo que ya nos caímos bien a primera vista.
Tras hacer los papeleos pertinentes para enrolarnos, tocó recorrer el barco para conocerlo. Si la apariencia del buque desde fuera ya era impresionante, desde dentro aún más. Desde el puente se veía esa inmensa cubierta llena de tuberías y la enorme hélice de respesto en la banda de estribor y cogiendo el ascensor para bajar siete plantas se llegaba a la sala de máquinas. El motor en medio, a primera vista solo se veía el tecle de culatas, cada una más alta que una persona, hacia proa estaban las dos calderas y hacia popa los tres motores generadores eléctricos. Hacia abajo tres alturas más hasta llegar a la sentina en el fondo. Y la sala de control de máquinas, a la altura del tecle de culatas, con todos aquellos indicadores, botones y lucecitas. Me decía a mí mismo que donde me había metido que nunca iba a entender todo aquello.
Durante el tiempo que estuve allí e incluso años después cuando ya navegué como oficial en otros barcos de la empresa, ya convertida en Teekay, siempre escuché hablar de lo bueno que era aquel barco. Cantidad de gente que llevaba toda la vida en petroleros y como digo tiempo después en barcos más modernos siempre mantuvieron que como el sistema de carga y descarga del Juana Tapias (la gente lo seguía llamando así)  no habían visto ninguno.
Sin embargo, como todo tiene un fin, este llegó pronto, pues no pude ni siquiera completar los noventa días mínimos que me pedían para obtener la diplomatura en máquinas, pues cuando llevaba ochenta y cinco días de embarque, el "Inigo Tapias" fue vendido a la compañía griega Dynacom Tankers, y a primeros de octubre de 2000, en fondeado en la bahía de Algeciras, mientras los últimos tripulantes españoles desembarcábamos y subía a bordo la nueva tripulación, filipinos e indios, el buque fue rebautizado de nuevo; esta vez como “Simba” y se arrió de la popa la bandera española para poner la de Malta.


En la bahía de Algeciras, el 5 de octubre de 2000. Ultimo día a bordo y último día del "Inigo Tapias" como tal; al día siguiente pasó a llamarse "Simba". Me hubiera gustado pero nunca más lo volví a ver.


Así se mantuvo hasta 2008, cuando aún tuvo un nuevo cambio de nombre, armador y bandera. Pasó a llamarse “Iron Monger 9” con bandera liberiana. Su tiempo como el de todos los monocasco, sentenciados por las catástrofes del "Erika" y "Prestige", estaba llegando a su fin. El de nuestro protagonista llegó en septiembre de 2010 cuando fue varado en Alang (India) para desgüace.

Pero volviendo al 10 de julio de 2000, habíamos quedado recorriendo el barco. Pronto dieron las siete de la tarde hora de cenar y a continuación preparar la salida al mar con destino Santa Cruz de Tenerife para hacer bunker y provisiones y la intención continuar viaje hasta cargar en la terminal petrolífera de Qua Iboe en Nigeria. 
Fue salir el buque a mar abierto, en lastre y empezar un movimiento de balance que hizo que en mi primer día a bordo me fuese a la cama mareado y de camino al camarote, alguien de a bordo, al ver mi estado me dijo que aprovechase la parada en Tenerife para bajarme, que aquello no era lo mío y que no entendía que hacíamos los chavales jóvenes metiéndonos en esta profesión. Menuda manera de empezar!!. Siempre tiene que haber alguien así en todos los barcos pero la gran mayoría de aquella tripulación del Inigo Tapias era gente con carácter alegre, conversador  y buenos profesionales. Gente como Javi, el cocinero, que apareció por allí justo en aquel momento y me dio el buen consejo de siempre mantener el estómago lleno en estos casos y unas buenas palabras de ánimo. Gente de la máquina como Chema, Roberto o Santos, siempre dispuestos a enseñar y por supuesto Román, el primer oficial de máquinas, horas pegado a él me pasé. Nunca se me olvida el primer día. Tan perdidos nos debió ver a Naiara y a mí, que cogió un rotulador gordo negro y fue escribiendo por toda la sala de máquinas el nombre de todos los equipos. Siempre positivo, nunca una mala palabra, cuando me veía agobiado, en esa campaña o ya después como segundo oficial, siempre me decía “Mario, esto no es nada, esto es un sanatorio, esto es vida, venga vamos a dar un paseo al sol por cubierta …”. Cuanta gente así hacía falta en los barcos.

Seguramente debido a ellos, a los buenos momentos que pasé en el Inigo Tapias sigo en esta profesión, dieciséis años después. Con momentos buenos, momentos malos y momentos regulares, con días en uno quiere estar en cualquier parte menos aquí y días en que se siente uno afortunado. Se sacrifican muchísimas cosas, solo pensar en que de dieciséis años me habré pasado la mitad más o menos embarcado da vértigo. Pero, eso lo que hay y ya que estamos vamos a tratar de disfrutarlo.

Navegando por el Atlántico, un par de días al sur de Canarias, en viaje cargado desde Qua Iboe hasta Huelva, en medio de un fuerte temporal de viento tan habitual en la zona.

4 comentarios:

  1. Sin palabras... GENIAL! Un abrazo Mario!

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  2. Gran artículo, Mario .... ahora comprendo por qué los alumnos que coinciden contigo a bordo en su primer embarque aman la Profesión. Un abrazo.

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  3. Saludos, he sido marino como tú, ahora solo me atrevo a "velexar" un rato por la ría de vez en cuando. Gente como tú, contando así las cosas, hace que vuelva a sentirme embarcado y navegando. GRACIAS.

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  4. Gracias a todos!!...Comentarios así animan a seguir con el blog :-)

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