Después de casi un mes aquí, me voy sin tener decidido si Ushuaia me gusta o no. Si hubiera llegado en barco, la
primera impresión habría sido buena, pues los paisajes que la rodean son
espectaculares y la vista de la ciudad desde el puerto también es atractiva.
Situada en una ladera orientada al sur, con las casas de colores en contraste
con las montañas nevadas situadas justo detrás y rodeada de bosques. Ideal.
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Vista de Ushuahia y el Canal Beagle desde el avión. |
El caso es que llegué en avión. Y
sí, los paisajes desde el aire, más espectaculares aún que desde el mar, y el
aeropuerto moderno y acogedor, todo construido en madera vista como si fuese
una gran cabaña en el bosque. Pero nada más salir las cosas ya cambian, lo
primero que se nota es el viento, frío y seco. En estos veintitantos días hemos
tenido de todo, días de sol espléndido y días en los que ha nevado. Incluso ha
habido de todo en el mismo día. Dicen por aquí que es habitual tener las cuatro
estaciones del año en un mismo día. Esto debe ser normal en estas latitudes,
tanto en el norte como en el sur, porque lo mismo he oído respecto a Escocia,
por ejemplo. Pero lo que ha predominado sobre todo el resto, han sido los días
de viento, fuerte, racheado y cambiante aunque casi siempre del oeste. También
es verdad que se nota mucho más en el puerto que por las calles de la ciudad.
Ahora es verano, ya no quiero ni pensar lo duro que tiene que ser aquí el
invierno.
Continuando con esa primera
impresión, en los escasos diez minutos que duró el traslado desde el aeropuerto
hasta el barco, pude ver una ciudad bastante abandonada, o mejor dicho, llena
de contrastes. Ibamos por una carretera con el asfalto muy deteriorado, pasando
por una zona con alguna nave industrial y viviendas bastante destartaladas y de
pronto llegamos a una zona de chalets unifamiliares, todos con su parcela y un
parque muy cuidado.
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Bonito parque y chalets de madera a la entrada de la ciudad. |
En la misma entrada de la ciudad, si miramos a la izquierda
vemos el casino, un edificio grande y moderno y en el mismo punto, mirando a la
derecha, en pleno paseo marítimo, el Saint Christopher, un viejo remolcador
inglés de tiempos de la Segunda Guerra Mundial, con estructura de acero pero
forro de madera, que hace sesenta años que se fue contra las piedras y allí se
quedó. Una pena que no se le recupere pues el paso del tiempo está acabando
poco a poco con él. No es el único, se ven otros barcos más modernos abandonados
en la costa.
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Remolcador Saint Christopher |
Destaca también una carretera de tierra que atraviesa la bahía por
encima de un relleno artificial. Todo un desmán ecológico y estético. Más tarde
me enteré que fue hecho con el único fín de que los coches no pasen por medio
de la zona de chalets de madera. Es la “Misión Alta”, barrio fundacional de la
ciudad en 1884. La parte de la bahía que ahora solo está comunicada con el mar
a través de unas tuberías, se llama Bahía Encerrada y debido, a la
desembocadura en ella de un río que arrastra todos los desperdicios de buena
parte de la ciudad y a la poca renovación del agua, se ha convertido en un
auténtico foco de contaminación. Aún así, en ella se pueden ver bastantes aves
acuáticas que acuden atraídas por la tranquilidad de las aguas y la
disponibilidad de alimento fácil.
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Barrio de la Misión Alta y a la derecha del relleno Bahía Encerrada. |
La ciudad no es grande, tiene
unos 60.000 habitantes, y además está dividida como en varios núcleos. Este es
un punto a favor. Me gustan los puertos pequeños, donde se puede salir del
barco caminando tranquilamente y poder verlo todo en una tarde. Las viviendas
son de todo tipo, hay bloques que bien podría parecer que estamos en una ciudad
de Europa del este, al lado de casas super cuidadas, algunas de madera, y al
lado mismo aunténticos desastres, no solo arquitectónicos, que también, sino
por como las tienen sus propios habitantes, sin ningún gusto por la estética ni
el orden. Esto en el centro.
Mirando a las afueras, destaca un
gran zarpazo hecho al bosque para construir viviendas, o mejor dicho, chabolas.
Son lo que aquí llaman asentamientos de usurpadores. La ciudad ha crecido mucho
en los últimos años. En los años ochenta andaba por los 12.000 habitantes, en
el 2000 eran 45.000 y ahora pasan de 60.000. Este crecimiento, debido a la
llegada de inmigrantes, tanto desde el propio país, como de otros países
sudamericanos, ha creado núcleos de pobreza que no tienen otro remedio que
procurarse una vivienda en terrenos no autorizados, de ahí el nombre de
usurpadores. Los inmigrantes acuden aquí atraídos por la alta demanda que hay de
trabajadores para el sector del turismo y para los polígonos industriales
dedicados al ensamblaje de electrodomésticos y maquinaria, nacidos a raíz de la
ley de promoción industrial que establece una serie de atractivos económicos
para las empresas que se instalen aquí (una especie de zona franca o algo así).
Al problema de la falta de posibilidades económicas para el acceso a la
vivienda se une el que la mayoría del terreno “bueno” está declarado como de
uso militar. Aún con todo, Ushuaia es la ciudad con mayor renta por habitante
del país.
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Asentamiento de "usurpadores". |
Desde el mismo puerto ya se
adivina la importancia del turismo como motor económico de la ciudad. Los
cruceros antárticos tienen que hacer cola para acceder al muelle para dejar y
recoger a nuevos pasajeros. También son habituales las escalas de los cruceros
clásicos. Hace unos días estuvo en el puerto un crucero peculiar, The World. Aparentemente
es un buque de crucero normal, ni siquiera es el más grande, ni el de diseño
más llamativo, pero tiene una particularidad que lo hace único y es que los
pasajeros son dueños de sus camarotes. Es decir, es como quien tiene un
apartamento, pero este apartamento se mueve por el mundo. Y los dueños embarcan
y desembarcan cuando quieren. Lo que ya no sé es cuánto costará uno de estos
camarotes. Seguramente mucho. El puerto es muy pequeño para el tráfico que
tiene y en él coinciden los barcos de pasaje y los de contenedores. Los
segundos siempre tienen que estar cediendo el sitio a los primeros, por lo que
las cargas y descargas se hacen eternas. Entre eso, el viento que para las
operaciones cada poco y alguna avería inoportuna llevamos veinte días esperando
por nuestra carga.
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El único muelle de Ushuaia se queda pequeño. Aquí lo vemos repleto; con cruceros antárticos, crucero The World y un oceanográfico ruso. |
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Portacontenedores Taba Bay, que trajo nuestro material y tardó quince días en descargarlo. |
En las mismas calles del centro
también está todo enfocado al turismo. Todo son establecimientos de venta de
souvenirs, otros que ofrecen servicios de transportes y guía para rutas
turísticas, tanto en tierra como salidas a hacer navegaciones cortas por el
Beagle, para ver pingüinos principalmente, y muchísimas tiendas de ropa y
material de montaña. Cafeterías, restaurantes y hoteles también hay buena
cantidad. No es el caso de establecimientos tipo cervecerías y locales de copas.
De estos apenas hay cuatro o cinco. Me llamó la atención que bastantes de estos locales tienen una
decoración muy inglesa, pese a que por toda la ciudad hay referencias
constantes a la ocupación de las Islas Malvinas por los ingleses. Por ejemplo,
en la misma entrada del puerto, un cartel bien grande, imposible no verlo, pone
textualmente “Prohibido el amarre de los buques piratas ingleses, Ley Gaucho
Rivero nº 852/2011” y en la misma oficina de turismo se reparten unos folletos,
que en inglés, explican el conflicto de las Malvinas desde el punto de vista
argentino.
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Pub Dublín, uno de los más populares de la ciudad. |
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Carteles a la entrada del puerto. |
También resulta curioso como, en los locales que no son
estrictamente restaurantes, también se sirve comida y además a cualquier hora.
Es habitual, por ejemplo a la una de la madrugada, gente tomando copas y
bailando y justo al lado una mesa con gente cenando. Lo que más se bebe es
cerveza, principalmente las marcas locales Quilmes y Beagle; aunque también
hemos localizado un sitio donde tienen Estrella Galicia.
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Estrella Galicia sobre la barra del Viagro. |
Los precios, caros, muy caros. El
peso argentino se está cambiando aproximadamente a quince por cada euro. La
cerveza de tercio lo mínimo que he visto son 50 pesos y lo habitual 70. La ropa
y el calzado de montaña, más caro que en España. Tenía pensado comprar algo ya
que además hay mucha variedad para escoger pero me temo que no lo haré. Una
habitación doble en un hostal 1300 pesos por noche. Además a esto se une que
los cajeros cobran unas comisiones exageradas. Por sacar 300 pesos me cobraron
79 de comisión. También es habitual que los fines de semana los cajeros automáticos
de toda la ciudad se queden sin dinero. Recuerdo en otra estancia en Argentina
en 2003 que el cambio era a tres pesos por cada euro y los precios desde luego
que eran otros. También es verdad que no era en Ushuaia, que seguramente el
tema precios altos se debe al turismo “de nivel” porque los cruceros y los
vuelos seguramente no son precisamente baratos y al aislamiento y los altos
costes de transporte que trae consigo.
La gente en general me parece
bastante amable y conversadora. Eso sí, en los bares un poco lentos en el
servicio. Y por la calle la sensación de seguridad es total, nada que ver con
lo que se dice de otros sitios de Sudamérica en cuanto a robos y violencia.
Y eso es todo y creo que así me
quedaré pues según Radio Mamparo hay cambio de planes y el siguiente viaje no vamos a volver aquí. Ya
veremos. De momento hoy a las 22:00 soltaremos amarras, destino BAE Juan Carlos I en la Isla Livingston (Antartida), pasando el Canal Beagle, Cabo de Hornos y el Paso de Drake....casi ná!!!
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Monte Olivia, a unos pocos kilómetros al este de Ushuaia. Su visión al atardecer en días despejados es espectacular. |
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